ORACIÓN SACERDOTAL DE JESÚS

Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tenCuarto evangelio 29 1gan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad” (Jn 17, 9-17).

                                       COMENTARIO

Durante el tiempo de oración puede asaltarnos la duda sobre la rectitud de las peticiones que hacemos a Dios, porque podamos estar introvertidos y ensimismados, contemplando las propias necesidades más que relacionándonos con Él de forma menesterosa, humilde, y creyente.  De lo que no podemos dudar es de la oración que Jesús ha elevado a su Padre por nosotros; ahí no es posible la duda sobre la rectitud y eficacia de esa oración.

Jesús ha pedido que seamos guardados en el nombre del Señor. Dice el profeta: “Me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba” (Isa 49, 2). Y ha pedido que tengamos su misma alegría. El salmista canta: “¡Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!” (Sal 121). Y sobre todo, Jesús ha pedido que seamos guardados del maligno y santificados en la verdad. El Maestro había proclamado: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32).

Nos hace bien saber que Jesús mismo es quien ora por nosotros. Además, Él nos ha prometido el Espíritu Santo, y asegura que “mora con vosotros y está en vosotros” (Jn 14, 17). “El mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rom 7, 11). Él es quien reza dentro de nosotros. “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1Co 3, 16) “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26).

PROPUESTA

¿Confías en el Espíritu Santo?

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