LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS

Cuarto evangelio 29“«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra” (Jn 17, 1-6).

COMENTARIO

Extraña la referencia de Jesús a su glorificación, cuando está a punto de ser traicionado, apresado y conducido a la muerte. Si durante  la Transfiguración se iluminó el rostro del Señor al tiempo que hablaba de su Pasión con Elías y Moisés, en la hora de consumar la voluntad de su Padre Dios, recordar que del cielo llegó la declaración de que era el Hijo amado, fortalece, ilumina, y glorifica al Nazareno.

Al iniciar la lectura del texto, en el que se menciona tan explícitamente la “hora”, sorprende constatar que Jesús, en ese momento tan recio, se acuerde de los suyos, y pida a su Padre por ellos, de una forma tan vehemente: “Da la vida eterna a los que me has dado”, que no es otra cosa que conocer y amar a Dios y a Jesucristo. Él  va a proclamar de forma solemne: “Yo soy la vida”; “Yo soy el agua viva”. “Yo soy el Pan de Vida”.

Creer en Jesús es el don precioso de saber que estamos destinados a la vida, a la gloria, al conocimiento de Dios, a la visión divina, a sabernos en Él, abrazados y glorificados con Cristo. Esta es la oración de Jesús a su Padre, que seamos glorificados con Él, y esta petición es eficaz.

PROPUESTA

¿Sabes trascender y transfigurar la realidad como profecía de la gloria que te espera?

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