Nochebuena
“Nos ha nacido un Niño, un Hijo se nos ha dado”
Hans Memling, en el Tríptico de la Adoración de los Reyes, que se conserva en el Museo del Prado, nos permite contemplar tres escenas de Navidad: el Nacimiento de Jesús, la Adoración de los Magos y la Presentación del Niño Jesús en el Templo al anciano Simeón.
Observa las diferentes posturas de la Virgen: En el primer cuadro, ante el Niños Jesús, que aparece desnudo, echado en el suelo, sin ni siquiera haberlo envuelto en pañales, María, sorprendida, cae de rodillas y adora a quien ha dado a luz de manera sorprendente. Su vestido blanco señala su virginidad. Los ángeles acuden a escoltar el misterio de Dios hecho hombre, mientras que san José aparece entrando en la escena.
El segundo cuadro, en doble espacio, representa la Adoración de los santos Reyes. El autor coloca a María en el centro, pero esta vez sentada, como trono, sede del Rey de reyes, a quien adoran los personajes vestidos de gala, mientras que el Niño Jesús sigue mostrándose paradójicamente desnudo, símbolo de quien siendo Dios, se despoja de su dignidad. Quienes representan el poder y la riqueza, se postran ante un niño desnudo. La madre de Jesús, envuelta en manto azul, se muestra serena, colmada del don del cielo. Toda la escena se puede observar inmersa en un campo triangular y cuadrado, diálogo del cielo con la tierra.
El tercer cuadro muestra el momento en el que María y José acuden al Templo, a los cuarenta días, para cumplir con la ley de Moisés. El anciano Simeón los recibe y pronuncia las palabras proféticas ante María: “Una espada de dolor te atravesará el alma”. Ella permanece de pie a pesar del doloroso anuncio, envuelta en manto azul que la protege. La recia postura de mantenerse levantada prefigura la actitud que tendrá María en el momento de la Cruz, como mujer fuerte y creyente.
Observa la línea ascendente que se puede percibir al unir las tres posiciones en las que se muestra a María -arrodillada, sentada, levantada- como indicador del camino que recorrerán, tanto ella como su Hijo, hasta subir a Jerusalén, al Monte Calvario.
Te invito a permanecer ante las imágenes en silencio. Deja que brote en ti la admiración, el asombro, como en María; expresa interiormente tu reconocimiento a quien, siendo Dios, se ha hecho como uno de nosotros, como los Magos. Asume con fortaleza la posible circunstancia dolorosa de tu vida, igual que la Virgen, de pie. El desnudo del Niño, que se prolonga en los tres cuadros, quiere manifestar que el Verbo de Dios ha tomado enteramente nuestra naturaleza. En Él hemos sido redimidos, amados de Dios y de la Nazarena.
Que goces de muchas maneras las fiestas de la Navidad.