
Estamos cerca de contemplar a nuestro Dios, Niño en Belén. Al mismo Dios que llevaremos a la Cruz, por nuestras desobediencias y ambiciones y que resucitará para nuestra salvación.
Esta Navidad no es una más. Cada día tiene su afán. Nuestra salvación, nuestra vida vale solo en el momento presente. Sin embargo, esta sociedad, en la que vivimos, nos movemos y existimos, está gobernada por la apariencia; está sometida a la dictadura del consumo, y nos arrastra con sus redes. A todos y a cada uno en particular, aunque nos cuesta reconocerlo. Ya lo dijo Jesús en el Evangelio: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24b).
Alfonso Millán, obispo emérito, nos explicaba en una homilía las consecuencias de no vivir el momento presente: “Nos hace superficiales, facilita una vida rutinaria y monótona, estimula la dispersión mental y nos ausenta de la vida.”
Reflexionando en estas cuatro consecuencias, nos damos cuenta de que definen nuestra sociedad, y también, muchas veces, nuestra propia vida.
Hoy, el Señor nos llama a fijarnos más en la primera parte del texto: “Ella se fue y obró según la palabra de Elías”, como María respondió al ángel Gabriel: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38).
Y nos despedimos con la felicitación navideña de D. Oscar Delgadillo: “Les deseo una Navidad en plenitud, en sabiduría y en verdad”.
Unidos en adoración a Jesús que nace entre los pobres
vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal