xxiv domingo del tiempo ordinario 2019
xxiv domingo del tiempo ordinario 2019

“¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le
pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15, 1-31).

COMENTARIO

Hoy, cuando muchas comunidades de fieles contemplan y celebran los Dolores de Nuestra Señora, se nos ofrecen en el Evangelio, en una concurrencia providente, las palabras de la misericordia divina, pues Jesucristo nos hizo la gran misericordia de dejarnos a su madre por madre nuestra.

Sin duda que podemos reconocer que Dios nos ha hecho misericordia por las veces que ha salido a buscarnos, que nos ha abrazado, perdonado e invitado a su mesa. Doy fe de la ternura de Dios y de todo su amor, que jamás me pasa factura por las veces que me he enredado en mil afanes; Él está siempre a la espera de mis retornos.

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“El Señor es bueno, su misericordia es eterna”, Él permanece atento, sin
tregua. Defiende a su grey día y noche del lobo y del ladrón, y si se pierde alguna de sus ovejas, va en su búsqueda, la abraza, la lleva sobre sus hombros y la integra en el redil.

Jesús se proyecta en el pastor que busca a la oveja perdida, en la mujer que busca la dracma, en el padre que abraza al hijo, tres expresiones entrañables de amor para asegurarnos que Él está siempre dispuesto a acogernos.

La figura del pastor y las ovejas puede parecer una imagen gregaria, pero para el Pastor bueno, cada oveja es única. La mujer busca una moneda de diez, el padre abraza al hijo menor. Tres imágenes que personalizan y dejan gustar en lo más profundo del ser el amor de
Jesucristo, entrañable, esponsal y amistoso.

No dudes, vuelve siempre al recinto protegido, provisto de alimento,
custodiado, y no por un guarda jurado, sino por un padre.

Hoy, hace 50 años que celebré mi primera misa; era el cumpleaños de mi padre
y el santo de mi madre. Providencia amorosa de Dios que me acompaña, y a ti también.

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