TEXTO EVANGÉLICO

“¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe” (Mc 6, 3-6).

REFLEXIÓN

El Evangelio identifica a Jesús como «el carpintero». Es posible que la traducción al castellano del término griego “τέκτων” (tékton) haya sido interpretada como «carpintero», cuando sería más preciso traducirlo como «cantero» o «albañil» (incluso «arquitecto»). La arqueología demuestra que, en tiempos de Jesús, se estaba construyendo la ciudad de Séforis, capital romana de Galilea, lo que pudo haber sido una fuente de trabajo para los habitantes de Nazaret.

Más allá del término que se utiliza para identificar a Jesús, lo realmente importante es el mensaje que ofrece el evangelista san Marcos: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Este comentario, puesto en labios del Nazareno, nos llama la atención sobre una realidad frecuente en la convivencia humana: la tendencia a no valorar las cualidades de aquellos con quienes compartimos la vida diaria.

Hoy se celebra Santa Águeda, una jornada dedicada a la especial valoración de la mujer. La mártir se enfrentó a la presión social que intentaba forzarla a casarse con quien no deseaba, y decidió mantenerse virgen, incluso a costa de su vida. Esta actitud la convirtió en un modelo para quienes se resisten a ser dominados por las imposiciones del entorno.

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