TEXTO BÍBLICO
“Luego recogió dos mil dracmas de plata entre sus hombres y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero, considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea era piadosa y santa” (2Mc 12, 43-45).
COMENTARIO
En todas las tradiciones religiosas se encuentra el culto a los difuntos. Hace muy pocos días celebré la Eucaristía en la Catacumba de San Calixto, testimonio vivo de la fe de los primeros cristianos. Allí se podían contemplar los símbolos de la esperanza en la vida eterna, como el ancla, la paloma con la rama de olivo y el crismón.
El culto a los difuntos expresa una percepción universal: ellos esperan la resurrección, y nosotros, mientras aún peregrinamos en esta tierra, podemos ofrecerles nuestras oraciones.
Los cristianos creemos en la resurrección de Jesucristo y en la resurrección de los muertos. Es un misterio cuándo sucederá esto: mientras algunos afirman que será al final de los tiempos, otros hablan de un estado intermedio. Sabemos que para Dios no existe el tiempo, porque Él es el eterno “hoy”. En este sentido, sorprenden las palabras de Jesús al llamado buen ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
PROPUESTA:
Reza por los difuntos y encomiéndate a ellos.







